20º Domingo: Lc
12, 49-53
En un estilo
claramente profético, Jesús resume su vida entera con unas palabras insólitas:
“Yo he venido a prender fuego en el mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!”.
¿De qué está hablando Jesús? El carácter enigmático de su lenguaje conduce a
los exegetas a buscar la respuesta en diferentes direcciones. En cualquier
caso, la imagen del “fuego” nos está invitando a acercarnos a su misterio de manera
más ardiente y apasionada. El fuego que arde en su interior es la pasión por
Dios y la compasión por los que sufren. Jamás podrá ser desvelado ese amor
insondable que anima su vida entera. Su misterio no quedará nunca encerrado en
fórmulas dogmáticas ni en libros de sabios. Nadie escribirá un libro definitivo
sobre él. Jesús atrae y quema, turba y purifica. Nadie podrá seguirlo con el
corazón apagado o con piedad aburrida.
Su palabra hace arder los corazones. Se
ofrece amistosamente a los más excluidos, despierta la esperanza en las
prostitutas y la confianza en los pecadores más despreciados, lucha contra todo
lo que hace daño al ser humano. Combate los formalismos religiosos, los
rigorismos inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley. Nada ni nadie
puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca podremos seguirlo
viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo de “lo correcto”.
Jesús
enciende los conflictos, no los apaga. No ha venido a traer falsa tranquilidad,
sino tensiones, enfrentamiento y divisiones. En realidad, introduce el
conflicto en nuestro propio corazón. No es posible defenderse de su llamada
tras el escudo de ritos religiosos o prácticas sociales. Ninguna religión nos
protegerá de su mirada. Ningún agnosticismo nos librará de su desafío. Jesús
nos está llamando a vivir en verdad y a amar sin egoísmos.
Su fuego no ha
quedado apagado al sumergirse en las aguas profundas de la muerte. Resucitado a
una vida nueva, su Espíritu sigue ardiendo a lo largo de la historia. Los
primeros seguidores lo sienten arder en sus corazones cuando escuchan sus
palabras mientras camina junto a ellos.
¿Dónde es posible sentir hoy ese fuego
de Jesús? ¿Dónde podemos experimentar la fuerza de su libertad creadora?
¿Cuándo arden nuestros corazones al acoger su Evangelio? ¿Dónde se vive de
manera apasionada siguiendo sus pasos? Aunque la fe cristiana parece
extinguirse hoy entre nosotros, el fuego traído por Jesús al mundo sigue ardiendo
bajo las cenizas. No podemos dejar que se apague. Sin fuego en el corazón no es
posible seguir a Jesús.
(J.A. Pagola)
Recordamos y
celebramos hoy un nuevo aniversario de la pascua de San Alberto Hurtado s.j. Unos
años atrás se publicó un librito con extractos de sus escritos y cuyo título
es: “Un fuego que enciende otros fuegos”. Como el Jesús de los evangelios no
deja indiferente a nadie, Alberto Hurtado, fiel apóstol de Jesucristo, sacudió
a los chilenos de su época. Su vida fue una opción por los pobres y excluidos,
su pluma denunciaba las injusticias de su tiempo y sus discursos encendían los
corazones de miles de jóvenes. Nuestro mundo necesita de figuras cuyo corazón arde de amor por Jesús para
que entendamos mejor el mensaje del evangelio de hoy. En este sentido Alberto
Hurtado es un gran ejemplo.
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