4° Domingo de Pascua (Jn 10, 27-30)
Ejecutivos y Pastores
La principal misión de la Iglesia es anunciar el
Evangelio o la Buena nueva: es la gran misión que da Jesús resucitado a sus
discípulos. “La dulce y confortadora alegría de evangelizar” decía el cardenal
Bergoglio a sus colegas cardenales unos días antes de ser elegido Papa.
Por cierto la fe cristiana es una fe que anuncia. Aquel
que anuncia quiere ser entendido y comprendido. Por eso cada homilía busca ser
un puente entre el lenguaje poético, metafórico de la Escritura y el lenguaje
del hombre moderno. Aquí surge le pregunta: ¿en qué medida se entiende todavía
el lenguaje poético y metafórico de la Biblia por parte del hombre acostumbrado
al lenguaje del PC y de Internet? Por supuesto que tenemos que seguir buscando
cómo se relaciona el lenguaje antiquísimo de la Biblia, de la “Palabra de Dios”
con el lenguaje del hombre actual que vive en un mundo totalmente ajeno a aquel
antiguo mundo bíblico: hoy es absolutamente otro el lenguaje y el mundo de la
comunicación.
¿Qué puede decirnos la imagen del pastor en ese tiempo en
que la tecnología puede seguir
todas nuestras actividades y que mucha gente para buscar una orientación se
guía por su celular o por internet a través de un buscador?
Si queremos que el anuncio del “Buen Pastor” sea
entendible hoy, entonces tenemos que re-des-cubrir esa hermosa metáfora desde
un mundo de imágenes y lenguaje que ya no es para nada el nuestro.
Efectivamente, “El Pastor” evoca una imagen más bien
suave y tierna, con el consiguiente peligro que entonces interpretemos al mismo
Jesús que dijo: “Yo soy el buen pastor” como una imagen tierna que ponemos en
un rinconcito ajeno a nuestro mundo.
Para los pocos privilegiados, familiarizados con el
lenguaje bíblico y litúrgico, “El Pastor” tiene un profundo significado. Es una
imagen que designa nada menos que a Dios. Es una palabra que invita a la
entrega confiada a Él, no importen las circunstancias en las que nos
encontremos. Pero nuestro mundo lleno de duro “hardware” y “software” que
confunden, obstruye el acceso a la belleza y densidad de la imagen de “pastor”.
En este mundo nuestro, el percibir, sentir y comprender
el lenguaje bíblico y metafórico, se va evanesciendo. Suena más fuerte el
lenguaje de la gestión y ejecución: el lenguaje de la eficiencia y de las
cifras y de los cuadros de producción, el rendimiento de las inversiones, el
lenguaje de los organigramas y de las cartas “Gantt”.
Sin embargo, no debieran entrar en una irreconciliable
competencia ambos lenguajes. Tal vez tienen algo que ofrecer el uno al otro. La
eficiencia bien entendida puede producir frutos en una comunidad cristiana: una
buena organización, un estilo pastoral adaptado y por sobre todo, valorando las
cualidades y aportes de las personas. ¡Los pastores con cualidades de
ejecutivos no sobran ni son un lujo!
Pero los ejecutivos se violentan a si mismos y a la
realidad cuando piensan que todo se puede hacer y medir, hasta en las capas más
profundas de la existencia humana, allí donde todo lenguaje enmudece. Los
buenos ejecutivos saben aquello que ocurre en el corazón del ser humano y que
no se puede medir con cifras. Los ejecutivos con corazón de pastor son
imprescindibles.
Esa constatación nos lleva nuevamente adonde la imagen
bíblica: Dios es el Pastor que define toda acción pastoral. Nuestro tiempo y
nuestro mundo de la comunicación material y de la informática necesitan este
tipo de eficiencia: una pastoral sanadora y liberadora. El conocimiento y
manejo de una buena “administración de negocios” pueden aplicarse de lleno
aquí: acogida, solidaridad y por sobre todo la atención por el valor único de
cada ser humano. Allí donde se realizan estos valores, se puede hablar de
cuidado y motivación pastoral.
Podemos referirnos aquí a nuestro santo fundador: es el alma de un auténtico
pastor que movió y conmovió al P.Hurtado cuando nos habla del “sentir social”: esa
preocupación y con-moción por el ser humano, especialmente el débil, frágil,
marginal y excluido. Es la forma de pastoreo que muestra el Jesús de los
evangelios, revelándonos así la imagen de Buen Pastor que es Dios por todos los
hombres.
Para eso se requieren pastores con cualidades de administrador
y administradores con un corazón de pastor.