Jn 20, 19-23: Necesitados de salvación
Aliento nuevo
NECESITADOS DE SALVACIÓN
El Espíritu Santo de Dios no es propiedad
de la Iglesia. No pertenece en exclusiva a las religiones. Hemos de invocar su
venida al mundo entero tan necesitado de salvación.
Ven Espíritu creador de Dios. En tu mundo
no hay paz. Tus hijos e hijas se matan de manera ciega y cruel. No sabemos
resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas.
Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras.
Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de
paz. No nos abandones al poder del mal.
Ven Espíritu liberador de Dios. Muchos de
tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos
impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más
ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para
trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos
dejes en manos de nuestro egoísmo.
Ven Espíritu renovador de Dios. La
humanidad está rota y fragmentada. Una minoría de tus hijos e hijas disfrutamos
de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una mayoría inmensa
muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y
la exclusión social. Despierta en nosotros la compasión que lucha por la
justicia. Enséñanos a defender siempre a los últimos. No nos dejes vivir con un
corazón enfermo.
Ven Espíritu consolador de Dios. Muchos de
tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros
caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la
incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los
que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos.
Cúranos de la indiferencia.
Ven Espíritu bueno de Dios. Muchos de tus
hijos e hijas no conocen tu amor ni tu misericordia. Se alejan de Ti porque te
tienen miedo. Nuestros jóvenes ya no saben hablar contigo. Tu nombre se va
borrando en las conciencias. Despierta en nosotros la fe y la confianza en Ti.
Haznos portadores de tu Buena Noticia. No nos dejes huérfanos.
Ven Espíritu vivificador de Dios. Tus
hijos e hijas no sabemos cuidar la vida. No acertamos a progresar sin destruir,
no sabemos crecer sin acaparar. Estamos haciendo de tu mundo un lugar cada vez
más inseguro y peligroso. En muchos va creciendo el miedo y se va apagando la
esperanza. No sabemos hacia dónde nos dirigimos. Infunde en nosotros tu aliento
creador. Haznos caminar hacia una vida más sana. No nos dejes solos. ¡Sálvanos!
Exhaló su aliento sobre ellos
ALIENTO NUEVO
Vivimos en una sociedad donde quizás lo
más significativo sea su carácter paradójico y hasta contradictorio.
Hemos aprendido a prolongar la vida con
toda clase de técnicas, pero no acertamos luego a darle un contenido y un
sentido satisfactorio.
Hemos logrado elevar el nivel de bienestar
pero son cada día más los que experimentan una sensación difusa de vacío y
malestar.
Se han multiplicado nuestras relaciones y
contactos a través de toda clase de medios de comunicación y, sin embargo,
crece la experiencia de aislamiento y soledad de muchas personas.
Nuestra sociedad está cada vez más poblada
de gentes solitarias que buscan desesperadamente amarse, sin conseguirlo.
Hemos aplicado la racionalidad y la
técnica a todos los sectores de la vida, pero crece en el mundo lo irracional,
la explotación absurda, la violencia y la destrucción.
Movidos por el ansia de tener, acumulamos
cosas y «poseemos» personas, pero experimentamos que no es el camino acertado
para alcanzar la plenitud.
El hombre contemporáneo está pidiendo a
gritos una vida nueva. La humanidad actual tiene «una cabeza demasiado grande
para su alma». Necesitamos un aliento nuevo para humanizar nuestro progreso. Un
alma nueva capaz de vivificar nuestra existencia.
Y no se trata de pensar en una revolución
socio-política ni de derechas ni de izquierdas. Lo que necesitamos es una
transformación radical de actitud.
«Una de las condiciones preliminares de
la revolución es un cambio radical de la conciencia. El problema central para
mí es el saber cómo se puede obtener este cambio radical de los hombres antes
del cambio revolucionario de las instituciones de base social y política».
Los creyentes no nos sentimos huérfanos
ante tal empresa. Creemos en el Espíritu como proximidad personal de Dios a los
hombres y como fuerza, energía, luz y poder de gracia para orientar nuestra
historia hacia adelante, hacia su consumación final.
Lo que necesitamos es acrecentar nuestra
sensibilidad ante el Espíritu y acoger responsablemente la acción de Dios que,
desde el fondo de la vida y lo mejor de nuestro ser, nos llama a caminar desde
la hostilidad a la hospitalidad, desde el aislamiento egoísta hacia la
fraternidad, del acumular para tener a la plenitud de ser.
Como dijo Juan Pablo II en Hiroshima, la
vida de este planeta depende de «un único factor: la humanidad debe hacer una
verdadera revolución moral».
Pero esta revolución no se hará si no
escuchamos con cuidado y amor la acción profunda del Espíritu de Dios en
Nosotros. «Lo que sucede en la profundidad de nuestro ser es digno de todo
nuestro amor».
(Comentario de J.A.Pagola)