martes, 18 de enero de 2011

23 de enero de 2011 3er Domingo ordinario: Mt 4, 12-23





3er Domingo Ordinario: Mt 4, 12-23


Quién quiere dar a conocer una noticia importante tiene que convocar a una conferencia de prensa. Tendrá que preocuparse de que concurra un gran número de medios de comunicación si pretende divulgar su noticia con eficacia y además, en  un lugar destacado.
Jesús actuó muy distinto. Si alguien alguna vez en la historia tuvo una noticia importante que entregar, ese fue Jesús: “El Reino de los Cielos está cerca”.
Jesús no dio a conocer esta noticia en Jerusalén: capital política y religiosa de Israel. Allí estaba el templo, construcción majestuosa y símbolo de la presencia de Dios en medio del pueblo elegido. Jesús prefirió alejarse de Jerusalén. La mayor parte de su vida y de su actividad se desarrollan en una remota provincia del norte, desconsiderada y con mala fama por encima. ¿Cuál fue la razón de Jesús para actuar de ese modo?

¿Arrancó de Jerusalén porque temía por su vida? Tal vez nos sugiere algo en este sentido el evangelista Mateo. Juan Bautista había sido arrestado y Jesús podía correr igual suerte. En los relatos de la infancia ya se señala al lector que sus padres tuvieron que huir a Egipto con el niño. Años después, ya muerto Herodes y habiendo vuelto a Israel, nuevamente tienen que buscar seguridad lejos de la capital: tres veces “refugiado político” podríamos decir y antes que existiera ese término!
Ahora bien, una lectura atenta del evangelio revela razones más profundas. El evangelista nos presenta a Jesús como aquel que cumple las profecías. Hay que recordar que los lectores de Mateo son mayoritariamente judíos conversos; por lo tanto es gente que domina bien las escrituras y hay que argumentar desde allí. Aquí se trata de la profecía que en una región lejana, la Galilea de los paganos, para el pueblo que “caminaba a oscuras” le brilló “una luz intensa” y “los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz” (Is 9,1).

Como predicador itinerante, Jesús empieza reclutando a discípulos. No es un “headhunter”, no busca a “los más capaces”. Recluta en un ambiente sencillo: entre los pescadores del lago de Galilea; tal vez eran iletrados. Su método llama mucho la atención. Simplemente decía a un par de pescadores hermanos y después a otro par de hermanos: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”. Y sin más reflexión ni preguntas, dejan todo para seguirlo inmediatamente. Cuesta imaginarnos que haya sido tan sencillo. ¿Quién deja repentinamente atrás a su empresa y a su familia sin ponderar primero y reflexionar bien lo que le espera, el paso trascendental que está dando?
Como suele ocurrir, los evangelistas no nos hacen fieles descripciones de los hechos. Esa es nuestra mentalidad periodística actual. Lo que quiere destacar Mateo es que un llamado de Jesús requiere una respuesta inmediata e incondicional. Eso mismo está descrito por  Lucas  en términos mucho más agudos (Lc 9, 57-62). En otras palabras se podría decir: quien veía a Jesús actuando, lo que decía y lo que hacía,  podía ser tocado tan profundamente por su modo de ser que era capaz de decidir resueltamente: “a este hombre lo quiero seguir, estoy dispuesto a quemar las naves por él y por su proyecto”.


Lucas (5,4-11) es un poco más explícito para describir la vocación de los primeros discípulos. Después de haber estado bregando toda la noche sin pescar nada, lo intentan una vez más a petición de Jesús. Esta vez se les repletan las redes. Se quedaron asombrados y con miedo. Después de este signo extraordinario, viene el diálogo lacónico. “Jesús dijo a Simón: No temas: desde ahora lo que pescarás serán hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.
 ¿Pescadores de hombres? ¿Cómo son? Tal como Simón y sus compañeros sacaron peces gracias a Jesús, a partir de ahora sacarían a hombres del agua. Y no precisamente del agua refrescante y purificante del Jordán, sino del agua del lago y del mar donde muchos se hunden y se ahogan. Recordemos que en la mentalidad bíblica, las aguas del lago o del mar representan fuerzas oscuras y hostiles. Algo así como la marejada del tsunami que atrapó a un sinnúmero de gente.  Pescar a hombres significa entonces salvarlos de ser devorados por el mal. Eso es exactamente lo que hizo Jesús y junto a él sus discípulos. Lo resume Mateo: “Jesús recorría Galilea entera, proclamando la buena noticia del reino y curando toda dolencia y enfermedad del pueblo”.
Toda acción solidaria que realicemos en busca participar de la acción de Jesús hoy. Salvar del flagelo a los niños víctimas de la drogadicción. Dar un techo  al que no tiene donde cobijarse. Acompañar a adultos mayores solos y abandonados. Procurar un espacio digno para un  desarrollo más humano de la familia. Esa es una buena manera de proclamar la buena noticia del reino y de curar toda dolencia y enfermedad del pueblo, siguiendo a Jesús y al Padre Hurtado.