28º Domingo: Mc 10, 17-30
“Jesús se puso en camino”: los evangelios son la
gran enseñanza del camino para seguir a Jesús. Un hombre llega corriendo y se
arrodilla delante de él. No pide una sanación, ni compasión. Lo impulsa una
fuerte inquietud interior: ¿“qué debo hacer para heredar la vida eterna”? Jesús
le recuerda los mandamientos que tienen que ver con el prójimo (la segunda
tabla de la Ley), agregando: “no defraudarás” o sea “no ser injusto”. Se trata
de un hombre bueno, correcto: “todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Sin
embargo, queda una inquietud e insatisfacción interior. “Jesús lo miró con
cariño” y lo invita a dar el paso definitivo para encontrar la paz interior y
la felicidad completa. Tiene que desprenderse de sus posesiones, entregando su
riqueza a los pobres. Después de eso estará libre para seguir a Jesús en su
camino, el camino hacia el reino de Dios. Aquí está el nudo: no se resigna a
dejar sus riquezas, sus comodidades. Queda apegado a sus muchos bienes y por lo
tanto “se marchó triste”, no aceptó la liberación y la felicidad que le ofrece
Jesús. ¡Son condiciones inaceptables!
Si se examinaran, muchos cristianos podrían verse
reflejados en esta escena y en este hombre bueno. El filósofo ateo Nietzsche se
preguntaba porqué los cristianos no mostraban más alegría. Aquí nos entrega el
evangelio la respuesta. Nuestro corazón no encontrará la felicidad en los
bienes materiales, en la riqueza sino en ser solidario, en crecer en
fraternidad y en compartir: eso es el camino del reino de Dios. El evangelio
pone una frase durísima en boca de Jesús para aquel que niega ese camino: “Es
más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar
en el reino de Dios”.
Podemos ahora intentar una aplicación, ensanchando
nuestra mirada a la realidad de nuestro mundo y nuestra humanidad.
Sabemos que una minoría de los seres humanos, vale
decir un tercio, vive razonablemente bien acomodado con buen estilo de vida…a
costa de dos tercios que viven en pobreza y miseria.
Sabemos, aunque preferimos ignorar, que el problema
ha llegado a una situación insostenible. Ya no se trata sólo de heredar la vida
eterna, sino de salvar simplemente la vida en nuestro planeta. Siempre se ha
pensado que los recursos eran ilimitados y que hay espacio de “crecimiento
económico” para todos. Pero desde fines del siglo pasado, se ha descubierto que
hay un tope a los recursos de la tierra. Desde hace algunos años se ha
comprobado que si todos los seres humanos quisieran vivir como los de los
llamados países desarrollados, se necesitarían los recursos de nueve veces
nuestra hermosa tierra (informe del PNUD de 2007-2008 publicado en 2009).
Nuestro apego al modelo de desarrollo nos lleva derecho a una extensión masiva de vida en nuestro mundo.
Parafraseando el evangelio, se puede decir: «sólo
una cosa tienes que hacer si quieres todavía alcanzar»... una prolongación de
la vida: abandona el «sistema» que te lleva a la muerte, centrado obsesivamente
en el enriquecimiento material, ciego a los costes ecológicos, y pasa a adoptar
un nuevo estilo de vida, un nuevo paradigma, una nueva forma de mirar al
planeta, comprendiendo que eres Tierra y dependes de ella, y que en vez de
vivir de espaldas a ella y en guerra contra ella, debes vivir en amistad y en
relación cariñosa y simbiótica con ella.