4º Domingo de Pascua: Jn 10: 11-18
El evangelio de este cuarto
domingo de Pascua nos trae la imagen del
“Pastor modelo” o el buen Pastor.
Jesús usó una imagen
conocida por sus oyentes. En efecto, en el libro del profeta Ezequiel, se
retoma la imagen del rey- pastor, ya presente en la literatura e iconografía
del antiguo oriente. Los reyes egipcios eran representados con los dos
distintivos del pastor: el azote (o espantamoscas) y el cayado. Jeremías la
aplicará a los reyes de Israel, pero para censurarlos por haber cumplido mal
sus funciones y para anunciar que Dios dará a su pueblo nuevos pastores que lo
apacentarán en la justicia, y entre estos pastores, un germen, el Mesías.
Ezequiel retoma la descripción de Jeremías en un impresionante capítulo (Ez 34)
donde recrimina a los pastores (reyes y jefes civiles) por sus crímenes, sus
abusos sobre el pueblo, su enriquecimiento ilícito. Dios les quitará el rebaño
y él mismo se hará pastor de su pueblo.
De alguna manera Ezequiel
anticipa la alegoría del buen Pastor aquí del evangelio de Juan. Sin lugar a
duda, los contemporáneos de Jesús tienen que haber percibido con esta alegoría
de Jesús su reivindicación mesiánica. El contexto es de gran tensión entre
Jesús y los judíos (en Juan, los judíos no son el pueblo sino las autoridades
político-religiosas): se agudiza el enfrentamiento con la poderosa jerarquía
eclesiástica del templo de Jerusalén, comparada por Jesús a pastores
asalariados, ajenos a los cuidados e intereses de su rebaño. Su intrincada
enseñanza religiosa complicaba al pueblo y le sacaban dinero bajo múltiples
pretextos religiosos. Distantes del pueblo, los pastores no conocían a sus
ovejas, ni sabían del hambre, de la cesantía, de la miseria en que vivían
sumergidas. Su preocupación iba por una religión separada de la vida, una
religión centrada en la institución del templo con toda su red de explotación(ver
Jn 2, 14: los mercaderes en el templo).
En gran contraste, el
evangelista Juan presenta a Jesús como buen Pastor o como modelo de Pastor. Se
vincula entrañablemente con sus ovejas y ellas con él: “conozco a mis ovejas y
mis ovejas me conocen – como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre –
Las ama y está dispuesto a dar su vida por ellas. Quien no ama a las ovejas
hasta ese extremo no es buen pastor. Dice el evangelista Juan que, terminado el
discurso, "los judíos cogieron piedras para apedrearlo" (Jn 10,31),
prueba evidente de que en sus palabras se habían visto denunciados.
En la tradición de la Iglesia, se ha visto que los
obispos y sacerdotes son los pastores del pueblo. El báculo del obispo recuerda
el cayado del pastor y su misión de ser buen pastor para su rebaño al ejemplo
de Jesús.
Pero la misión de Pastor modelo no se reserva solamente a
ellos. Ha sido confiada a todos nosotros. Todos estamos llamados a ser buen
Pastor, a vincularnos entrañablemente con el prójimo y preferentemente con el
débil, el herido y el excluido. Y para entenderlo, amar y servirlo, será muy
bueno el ejercicio de “ponernos en sus zapatos”, porque al ponernos en el lugar
del otro que sufre, que está enfermo, o que vive de una y otro manera la
dolorosa exclusión social, empezamos a hacer realidad el mandamiento nuevo de
Jesús de “amarnos como él nos ha amado”.
La Iglesia convoca hoy a
la jornada mundial de oración por las vocaciones. Pidamos de un modo muy
especial por las vocaciones sacerdotales que escasean dramáticamente e impiden
a muchas comunidades celebrar el sacramento de la eucaristía de donde nace la
misma iglesia.
Pidamos también por las
vocaciones a la vida religiosa; que el Espíritu del Señor suscite a hombres y
mujeres consagradas a aliviar el dolor y sufrimiento de sus hermanas y
hermanos.
Pidamos también por todos
nosotros. Ojalá todos participemos de algún voluntariado donde practicar con
realismo la hermosa alegoría del buen Pastor.
(inspiración
tomada de “servivioskoinonía”)