jueves, 6 de septiembre de 2012

23º Domingo: Mc 7, 31-37


 Domingo 23º: Mc 7, 31-37


El personaje central de esta perícopa de Marcos es un sordo mudo en tierra pagana. Es la perfecta descripción de un hombre excluído y marginado de la sociedad. Estamos en territorio de Tiro y Sidón, fuera del sagrado territorio de Israel. Se trata, por lo tanto, de un pagano. Sus limitaciones físicas lo marginan de toda convivencia en la sociedad. Además, como pagano, es también sordo a “la Ley y los Profetas”. Está incapacitado de acceder a la verdad y poder alabar al Señor. Desde la óptica judía, pertenecía a la numerosa categoría social de los malditos y desdichados. Los judíos “excluían” a esa categoría de personas a tal punto que ni siquiera se les podía tocar.

Sin embargo, tiene amigos o personas dispuestas a ayudarle. De por si,  no puede tomar la iniciativa del encuentro con Jesús. Al no poder escuchar ni expresarse, vive en una dependencia de su entorno.  Ellos lo presentan a Jesús “y le piden que le imponga las manos”.
¿Cuál es la reacción de Jesús? Una vez más, Jesús transgrede el entramado código ético socio - religioso de los judíos y que generaba verdadera exclusión social. Para Jesús la misión del Hijo del Hombre era liberar de toda forma de esclavitud que impidiera vivir a fondo la dignidad de ser hijo de Dios y, por lo tanto, miembro con plenos derechos de la Comunidad de los hombres.
Jesús se detuvo” y “apartándolo de la gente”, se vinculó de un modo muy particular e íntimo con él: le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo al hombre: ‘¡Effatá!’ (es decir: ‘¡Ábrete!’)”. No es un abracadabra mágico; al abrir los sentidos de este hombre, Jesús lo abre a la comunicación con los demás, con el mundo. Transparenta la gloria de Dios en él que ahora podrá llevar una vida nueva y digna.

Desde luego el sordo mudo en territorio pagano está por los paganos cerrados al proyecto de Dios y su curación por Jesús es símbolo del mundo pagano que se va abriendo al Evangelio. Llama la atención la alabanza de la gente (¡aqui los paganos!) que es una generalización: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (alusión a Gen 1,31: “Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” y a  Isaïas 35, 4-6 “los oídos del sordo se abrirán...la lengua del mudo cantará…).

En una perspectiva de actualización, podemos considerar que el sordo mudo está  también por muchos marginados y excluídos de nuestro tiempo moderno. No faltan las aplicaciones: personas en situación de calle, adultos mayores postrados mal atendidos en pequeñas piezas a veces sin luz ni ventilación, jóvenes hiper comunicados pero que se sienten muy solos, gente desorientada y que ha perdido el rumbo de la vida.

Copio un comentario del P. Jesús Álvarez: “La enfermedad del sordomudo nos remite también a una gran enfermedad de hoy: la incomunicación en la era de las comunicaciones, en la cual los medios de comunicación ocasionan a menudo incomunicación en el hogar, en la sociedad; incomunicación con la naturaleza, con Dios, con el misterio de la propia persona. Y simboliza también la ceguera espiritual, la falta de fe, la incomunicación de los hombres con su Padre Dios, la más triste de todas las incomunicaciones...”
Es remarcable cómo el evangelio describe la actitud de Jesús como actitud de cercanía con un ser humano sufriente que había perdido, o tal vez nunca había tenido la posibilidad de comunicarse o escuchar a los demás. Aquello debió resultar sorprendente para los que acompañaban al Señor en su recorrido por territorios extranjeros e incluso chocante por lo ya señalado. Jesús devolvió a este pobre hombre su plena dignidad de ser humano. Sin duda que este hombre vivió el momento más importante de su vida.

Cualquiera de nosotros podría decir ante este milagro del Señor: “¡Eso es imposible para mi! Yo no sé cómo hacer ese tipo de milagros... No sé cómo devolverle a una persona sorda su capacidad de oír, o a una persona muda su capacidad para hablar”. Pero el Señor nos diría: “No te pido tanto. Sencillamente trátalo como un ser humano...”. Cristo resucitado sigue actuando cuando nos vamos dando palabras que sucitan y re-sucitan las ganas de vivir. Tal vez ese es el mejor milagro que podamos hacer hoy.