Homilía en Domingo de Ramos
1. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre
la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del
mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de
misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma.
2.
No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca
os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener
tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre
nosotros.
3.
¿Qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte
que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. (…) Jesús no
entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la
tierra (…); entra para ser azotado, insultado y ultrajado (…); entra para
recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será
objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Jesús entra
en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su
ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz.
4.
Los jóvenes deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno ir con
Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de uno mismo, a las
periferias del mundo y de la existencia, para llevar a Jesús.
5.
Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo; esta es una
prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le
nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena
noticia.
6.
Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora:
en las “periferias” donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que
desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en
autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al
Señor.
7.
Esto os pido: sed pastores con “olor a oveja”, que eso se note.
8.
Es el ejemplo del Señor: Él es el más importante y lava los pies porque, entre
nosotros, el que está más en alto debe estar al servicio de los otros. Y esto
es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies es: “Yo estoy a tu servicio”.
9.
A veces estoy enfadado con uno, o con una… pero… olvídalo, olvídalo, y si te
pide un favor, hazlo. Ayudarse unos a otros: esto es lo que Jesús nos enseña y
esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber.
10.
En esta noche debe permanecer solo una palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que
Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al
mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y
su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón.
Y también juicio: Dios nos juzga amándonos.
11.
Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz,
como Jesús.
12.
Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener
nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en
definitiva solo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes
del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios.
13.
Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a
nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes;
sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos que no lo podemos conseguir? No
nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos
resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no
pueda perdonar si nos abrimos a él.
14.
Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con
confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño
paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta
arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas
miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo,
y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.
15.
Jesús ha resucitado, hay la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del
pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La
misericordia de Dios siempre vence.
16.
El poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad
del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos
concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe
atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de
él.
17.
He aquí, pues, la invitación que hago a todos: acojamos la gracia de la
Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios,
dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también
nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través
de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer
florecer la justicia y la paz.
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