Sagrada
Familia de Jesús, María y José Lc
2, 41-52
UNA FAMILIA DIFERENTE
Entre los
católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no
siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto
familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia
inspirada en Jesús?
La familia, según
él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón
a ser "una sola carne", compartiendo su vida en una entrega mutua,
animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta
experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.
Siguiendo la
llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva.
Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo
a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un
regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable.
La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo
a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes
comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia
cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad
actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. "Donde
dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Es
Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.
El hogar se
convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más
básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser
humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del
proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos.
La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia
decisiva.
En un hogar donde
se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia
siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se
aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que
no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.
Muchos padres
viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse
a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las
comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien
encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico
exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.
José Antonio Pagola
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