4º Domingo de Cuaresma: Jn 9, 1-41
El ciego de nacimiento
El domingo pasado, como este domingo y el próximo, leemos el evangelio de San Juan: la samaritana, el ciego de nacimiento hoy y la resurrección de Lázaro. Repito lo señalado la semana pasada: conviene tomar en cuenta el carácter peculiar del cuarto evangelio, muy distinto en su expresión de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Mientras los sinópticos tienen un estilo más narrativo, el evangelio de Juan es netamente simbólico. Frecuentemente Jesús se identifica con símbolos: “Yo soy el pan verdadero”: el resto de los panes no son el verdadero alimento; “Yo tengo el agua verdadera”: el agua que tomamos no quita la sed; “Yo soy la vid verdadera”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida” etc.
Por lo tanto, partamos escuchando el evangelio de hoy no como un relato descriptivo sino como el anuncio de verdades profundas.
El ciego de nacimiento representa para nosotros hoy, a todos los marginados de nuestro mundo: los excluidos, los que no pueden experimentar lo que significa ser persona.
Entonces este evangelio pretende aclararnos cual es la misión de Jesús: devolver la vida y la dignidad a los seres humanos, “creados a imagen y semejanza de Dios”. Recuerden que Juan Bautista presentó a Jesús como el Cordero de Dios que quita “el pecado” del mundo: el gran pecado es la privación o disminución de vida de muchos seres humanos.
En tiempo de Jesús, a los enfermos, ciegos etc. se les atribuía su condición de tal como castigo por sus pecados. Hoy también es frecuente que se culpen a los marginados porque son flojos, irresponsables, maleantes etc. Los excluidos están en situación de exclusión “por su culpa”.
Jesús, en alusión al hombre creado por Dios de arcilla del suelo, unge los ojos del ciego con barro: es un gesto de nueva creación. Jesús le devuelve la dignidad de hijo de Dios. Restaura lo que está roto en la humanidad.
Y viene la reacción de crítica y rechazo a lo obrado por Jesús: ¿Cómo es posible que un hombre que hace barro en día de sábado (día en el que estaba expresamente prohibido hacer barro y cualquier otro trabajo) dé vista a los ciegos (por lo demás tarea que los profetas habían anunciado que realizaría el Mesías)? Se origina el conflicto porque los fariseos y escribas tienen claro que su Dios es el que exige sometimiento y obediencia a las normas y leyes que ellos representan e interpretan, sin que le importe la libertad y la felicidad del ser humano. El que actúa rompiendo sus leyes no puede venir de Dios.
El ciego tendrá que resistir la crítica y rechazar el juicio condenatorio de sus interlocutores para convertirse a la acción regeneradora y liberadora de Jesús. Estando en ese proceso de conversión, Jesús se le aparece de nuevo y se da a conocer plenamente, y recibe su consentimiento de fe: “Creo Señor”.
Vivir hoy como creyente, como cristiano y auténtico discípulo de Jesucristo, es asumir la postura valiente y comprometida del ciego de nacimiento. Jesús le devolvió la vista para que pudiera ver y reconocer el accionar de Dios y ahora, liberado de toda ceguera, hacerse un programa de vida y de compromiso para seguir a Jesús, para hacer lo mismo que Jesús.
Hoy también hay muchas trabas, normas y leyes, juicios y prejuicios, mecanismos inventados por los hombres, para mantener en situación de vida indigna a incontables masas de seres humanos.
Un ejemplo: África tiene a unos 25 millones infectados con SIDA. La cifra tiende a duplicarse cada 10 años. Eso significa que para mediados de siglo, tendremos casi un continente entero infectado con SIDA.
Decía el P. Hurtado: “la moral social católica no se contenta con afirmar sólo lo que es lícito e ilícito, sino que mira más lejos y aspira a fundar nuestras relaciones humanas en la justicia, la caridad y la equidad… exige que se pongan en práctica los medios técnicos para la realización de sus principios: sin ellos las mejores doctrinas quedan sin valor” (Moral Social p.28).
El ciego de nacimiento se puso en coherencia con el evangelio de Jesús contra la doctrina de los escribas y fariseos.
Que el P. Hurtado nos ayude a ser también coherentes con las exigencias del evangelio en nuestro mundo de hoy.
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