jueves, 18 de abril de 2013

4º Domingo de Pascua: Jn 10, 27-30


4° Domingo de Pascua (Jn 10, 27-30)

Ejecutivos y Pastores


La principal misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio o la Buena nueva: es la gran misión que da Jesús resucitado a sus discípulos. “La dulce y confortadora alegría de evangelizar” decía el cardenal Bergoglio a sus colegas cardenales unos días antes de ser elegido Papa.
Por cierto la fe cristiana es una fe que anuncia. Aquel que anuncia quiere ser entendido y comprendido. Por eso cada homilía busca ser un puente entre el lenguaje poético, metafórico de la Escritura y el lenguaje del hombre moderno. Aquí surge le pregunta: ¿en qué medida se entiende todavía el lenguaje poético y metafórico de la Biblia por parte del hombre acostumbrado al lenguaje del PC y de Internet? Por supuesto que tenemos que seguir buscando cómo se relaciona el lenguaje antiquísimo de la Biblia, de la “Palabra de Dios” con el lenguaje del hombre actual que vive en un mundo totalmente ajeno a aquel antiguo mundo bíblico: hoy es absolutamente otro el lenguaje y el mundo de la comunicación.

¿Qué puede decirnos la imagen del pastor en ese tiempo en que la tecnología  puede seguir todas nuestras actividades y que mucha gente para buscar una orientación se guía por su celular o por internet a través de un buscador?
Si queremos que el anuncio del “Buen Pastor” sea entendible hoy, entonces tenemos que re-des-cubrir esa hermosa metáfora desde un mundo de imágenes y lenguaje que ya no es para nada el nuestro.
Efectivamente, “El Pastor” evoca una imagen más bien suave y tierna, con el consiguiente peligro que entonces interpretemos al mismo Jesús que dijo: “Yo soy el buen pastor” como una imagen tierna que ponemos en un rinconcito ajeno a nuestro mundo.
Para los pocos privilegiados, familiarizados con el lenguaje bíblico y litúrgico, “El Pastor” tiene un profundo significado. Es una imagen que designa nada menos que a Dios. Es una palabra que invita a la entrega confiada a Él, no importen las circunstancias en las que nos encontremos. Pero nuestro mundo lleno de duro “hardware” y “software” que confunden, obstruye el acceso a la belleza y densidad de la imagen de “pastor”.
En este mundo nuestro, el percibir, sentir y comprender el lenguaje bíblico y metafórico, se va evanesciendo. Suena más fuerte el lenguaje de la gestión y ejecución: el lenguaje de la eficiencia y de las cifras y de los cuadros de producción, el rendimiento de las inversiones, el lenguaje de los organigramas y de las cartas “Gantt”.
Sin embargo, no debieran entrar en una irreconciliable competencia ambos lenguajes. Tal vez tienen algo que ofrecer el uno al otro. La eficiencia bien entendida puede producir frutos en una comunidad cristiana: una buena organización, un estilo pastoral adaptado y por sobre todo, valorando las cualidades y aportes de las personas. ¡Los pastores con cualidades de ejecutivos no sobran ni son un lujo!
Pero los ejecutivos se violentan a si mismos y a la realidad cuando piensan que todo se puede hacer y medir, hasta en las capas más profundas de la existencia humana, allí donde todo lenguaje enmudece. Los buenos ejecutivos saben aquello que ocurre en el corazón del ser humano y que no se puede medir con cifras. Los ejecutivos con corazón de pastor son imprescindibles.

Esa constatación nos lleva nuevamente adonde la imagen bíblica: Dios es el Pastor que define toda acción pastoral. Nuestro tiempo y nuestro mundo de la comunicación material y de la informática necesitan este tipo de eficiencia: una pastoral sanadora y liberadora. El conocimiento y manejo de una buena “administración de negocios” pueden aplicarse de lleno aquí: acogida, solidaridad y por sobre todo la atención por el valor único de cada ser humano. Allí donde se realizan estos valores, se puede hablar de cuidado y motivación pastoral.
Podemos referirnos  aquí a nuestro santo fundador: es el alma de un auténtico pastor que movió y conmovió al P.Hurtado cuando nos habla del “sentir social”: esa preocupación y con-moción por el ser humano, especialmente el débil, frágil, marginal y excluido. Es la forma de pastoreo que muestra el Jesús de los evangelios, revelándonos así la imagen de Buen Pastor que es Dios por todos los hombres.
Para eso se requieren pastores con cualidades de administrador y administradores con un corazón de pastor.