sábado, 16 de julio de 2011

Domingo 17 de julio: Mateo 13, 24-43














Domingo 16º: Mateo 13, 24-43


¿Por qué contó Jesús la parábola del trigo y la cizaña en el evangelio de Mateo? Porque sus contemporáneos y también sus discípulos pero sobre todo los fariseos y sacerdotes se escandalizaban de su conducta: Jesús comía con pecadores y publicanos y se dejaba tocar por personas impuras hasta por prostitutas. Jesús revela quién y cómo es Dios su Padre con nosotros. Es pura misericordia y compasión y no excluye a nadie. Busca preferentemente a los débiles, a los enfermos y los pecadores, porque para todos y también para ellos es la buena nueva del Reino de Dios. Esa acogida sin límites, sin barreras, sin restricciones era considerada como transgresión de la ley por parte de los oponentes de Jesús y finalmente será el motivo de su condenación y ejecución.

Con la parábola del trigo y la cizaña, Jesús explica que el mal está misteriosamente en el mundo, entre nosotros y en cada uno de nosotros. ¿Hay que resignarse y esperar pasivamente frente al mal en el mundo hasta el final de los tiempos? Los evangelios muestran claramente que esa no fue la actitud de Jesús. Tiene frases y actitudes muy enérgicas contra los abusadores y las estructuras de opresión (“Raza de víboras” dirá a los fariseos; expulsa con látigo a los mercaderes del templo).

Tal como los fariseos y sacerdotes tenían su mirada de cómo debía ser el mundo correcto, justo y santo, también nosotros solemos fácilmente emitir nuestro juicio de lo que es correcto y justo, quienes son las personas buenas y malas y  actuamos en consecuencia. Jesús sabía de sobra que es peligroso dejar a los hombres juzgar  lo que es el bien y lo que es el mal.
Por cierto que ocurre maldad que no se puede tolerar. Pedófilos que abusan  y asesinan a niños inocentes.
La historia está llena de ejemplos de grupos ideológicos o de pueblos que han pretendido “limpiar”, deshaciéndose de los que consideran maleza. Las limpiezas étnicas han traído mucho dolor y sufrimiento a la humanidad. La “shoah” o eliminación de los judíos por los nazis. La guerra de los Balcanes, los hutús que masacraron a los tutsis en Ruanda: todas situaciones de genocidios. Siguen ocurriendo en este momento en varias partes del mundo.
Ha habido y siguen existiendo grandes fanatismos religiosos, donde “en nombre de Dios” se ha buscado eliminar a los de otra religión. Están las cruzadas de la edad media. En la famosa batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571 se estima que perdieron la vida unos 24.000 sarracenos. Los cristianos celebraron el triunfo. El Papa Pío V había llamado a rezar el rosario. ¡Los Otomanes fueron vencidos por la intercesión de María! A partir de esa fecha memorable el Papa instituyó el mes de octubre como el mes del rosario. Por supuesto no debemos juzgar con nuestra mentalidad de hoy a la mentalidad del siglo XVI. Papas y reyes dijeron a conquistadores de ese mismo siglo XVI que los indios no eran realmente seres humanos y que se podían tratar como animales. Felizmente algunos valientes misioneros se opusieron a tal visión y lucharon enérgicamente por el reconocimiento de los derechos humanos de los indios. Son ejemplos a gran escala de lo que fue considerado como maleza a arrancar. La historia marca y deja huellas y prejuicios que perduran.

A pequeña escala de nosotros mismos y de nuestras relaciones diarias, solemos dejarnos llevar por el juicio sencillo calificando lo que es bueno y  malo, y quienes son los buenos y los malos.
Pero también dentro de cada uno de nosotros está el trigo y la cizaña. San Ignacio de Loyola había percibido muy bien  aquello. Nos dice que somos movidos permanentemente por el Buen Espíritu y el enemigo de natura humana. El trabajo consiste en discernir constantemente las mociones o movimientos interiores como nuestros pensamientos, sentimientos o sensibilidades frente a los acontecimientos de nuestra vida diaria. Es una invitación a adquirir paulatinamente la sensibilidad del mismo Cristo. El padre Hurtado, fiel exponente de la espiritualidad ignaciana, y “chiflado por Cristo” lanza la pregunta: “Ante cada problema, ante los grandes de la tierra, ante los problemas políticos de nuestro tiempo, ante los pobres…¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?”

Ser paciente y humilde de corazón, creer en el Dios de Jesús que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos y pecadores, no juzgar, más perdonar y ser compasivo: hay muchas indicaciones en los evangelios para no salir desesperadamente a arrancar la maleza.