miércoles, 6 de junio de 2012

Corpus Christi


El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: Mc 14, 12-16.22-26

“La Iglesia vive de la Eucaristía” empieza señalando la encíclica “Ecclesia de Eucharistia”. La Iglesia brota de la Eucaristía en cuanto es contacto vital con Jesucristo, con su palabra y con su cuerpo. No puede cimentarse el pueblo de Dios como “Iglesia” si no se reúne en asamblea para celebrar su fe: alimentarse de la palabra de Dios y del cuerpo sacramentado de Jesús para que nutran toda nuestra vida. Decía el P. Hurtado: “mi misa es mi vida y mi vida es una misa prolongada”. Esta sencilla frase expresa muy bien la intrínseca relación entre Eucaristía y vida y viceversa.

Sin embargo hoy se está vivienda cada vez más una realidad dramática. La falta de celebrantes y escasez de sacerdotes imposibilita en muchos lugares la celebración de la eucaristía. En Brasil, el país con el mayor número de católicos del mundo, la gran mayoría de las celebraciones dominicales tienen que realizarse en ausencia de presbítero (ADAP). Viene a ser frecuente también en nuestro país. Urge, por lo tanto, que ese sagrado derecho del pueblo de Dios a alimentarse de la palabra y del cuerpo sacramentado de Jesús, encuentre nuevas vías de satisfacción y realización para que la Iglesia se mantenga viva como “luz para los pueblos”.

En segundo lugar, tal vez se puede plantear la pregunta por la forma y el contenido de la celebración. ¿Cómo vivir la Eucaristía como momento de celebración comunitaria de la vida cristiana y de nuestro vivir en Jesús? ¿Cuánto nos ayuda el fiel cumplimiento de ritos con siglos de antigüedad?  ¿Es imperativo adecuar los textos y las oraciones litúrgicas a la sencillez del lenguaje de los evangelios y a la mentalidad contemporánea? Estas y muchas otras preguntas no tienen una respuesta sencilla pero pueden ayudar a entrar en una búsqueda para poder vivir con más autenticidad la celebración de la renovación del misterio pascual.
        
Por lo tanto, también es de gran interés que cada cual considera cómo vive y participa de la eucaristía. ¿Dejo que la palabra de Dios afecte a mi corazón? ¿Permito que la comunión con el cuerpo de Cristo signifique cuerpo entregado por los demás?

Bien celebrada, la Eucaristía es invitación a la comunión profunda con Jesús y compromiso de anunciar y trabajar por la venida de su Reino.