viernes, 26 de agosto de 2011

28 de agosto: Domingo 22º : Mateo 16, 21-28


Domingo 22°: Mateo 16, 21-28

El domingo pasado vimos cómo Pedro, en nombre de la comunidad de los discípulos de Jesús y por obra y gracia de Dios, lo reconoció como el Cristo, el Hijo de Dios vivo. A su vez Jesús confiere a Pedro el poder y la misión de hacer entrar al rebaño y a toda la humanidad en el Reino de Dios.
Para que Pedro y su misión compartida por todos los discípulos, no se sienta henchido de orgullo, Jesús aclara cual es el camino por donde pasa el Reino de Dios. No es precisamente el camino del éxito, de las aclamaciones y de la felicidad fácil que todos buscamos.
Que grande es la desilusión de Pedro cuando Jesús le precisa a él y a los discípulos que va camino al patíbulo, que todo va a terminar pronto en Jerusalén en un conflicto sin remedio con las máximas autoridades religiosas y políticas y que, en breve plazo (=tercer día), estaría nuevamente vivo, resucitado.
Es demasiado. No puede ser así. El camino del Reino de Dios no puede pasar por un camino de perdición y fracaso. Eso va contra toda expectativa e imagen que se tiene de la felicidad. Pedro decide corregir inmediatamente a Jesús. Ve que su querido maestro está equivocado; le toma aparte y le reprende: ¡Señor, eso no sucederá!
La reacción de Jesús es inmediata y drástica, porque Pedro lo está tentando y  desviando de su misión. Satanás que había tentado a Jesús en el desierto, ha vuelto y nada menos que en el mismo Pedro  a quien Jesús acaba de confiar las potestades del Reino de Dios.
“Atrás, retírate Satanás. Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. Pedro, la persona en quien Jesús ha depositado la máxima confianza y responsabilidad es aquel que aquí recibe la expresión más dura usada contra alguien en el evangelio. A los fariseos y letrados Jesús los trató de “raza de víboras” y “sepulcros blanqueados” por su hipocresía, por haber hecho de la religión un traje a su medida, por manipular según su conveniencia la relación entre Dios y los hombres. Las propuestas de los fariseos chocan con el proyecto de Jesús pero Jesús sabe a qué atenerse con ellos y no tienen cabida en el Reino de Dios.
Pero que Pedro pretenda desviar a Jesús de su misión liberadora es absolutamente inaceptable.
Jesús tiene que aclarar inmediatamente que en el Reino de Dios, no se trata de sentarse en tronos, de buscar sentirse bien, de llegar a ser importante y exitoso.
El Reino de Dios pasa por un camino de amor y servicio. No hay amor y servicio sin romper el cascarrón del egoísmo y sin una decisión de poner su vida al servicio de los demás. Este es el sentido de la expresión evangélica “negarse a si mismo”, expresión oriental que significa vivir de cara a los demás, vivir para los otros, no ser egoísta.  Jesús explicita cual es el pensamiento de Dios en agudo contraste con el pensamiento de los hombres. El que quiere salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, (es decir por el proyecto de Jesús y de su Reino de amor y justicia), la encontrará.
¿Puede ser más paradojal el pensamiento de Dios comparado con él de los hombres? Nos cuesta aceptarlo.
 Nos pasa a menudo lo del profeta Jeremías. El Señor y su Evangelio nos seducen. Estamos dispuestos a grandes cosas. Pero los fracasos, los dolores de la vida, las injusticias nos desaniman. ¿Quién no se siente alguna vez tentado de tirarlo todo por la borda? Lo mismo estuvo tentado Jeremías. “No hablaré más en su nombre”. Pero allí está esa intervención misteriosa de Dios: “había en mi corazón como un fuego abrasador…me esforzaba por contenerla, pero no podía”. La gracia de Dios es más fuerte y nos sostiene en nuestra debilidad y desánimo. El pensamiento de Dios y el  Reino de Dios abren camino a pesar de nuestras debilidades y reticencias.

Estamos  terminando el mes de la solidaridad. Hemos recordado con más intensidad el mensaje del P. Hurtado. Su figura y su pensamiento nos recuerdan que nos  esforcemos y nos sensibilicemos a buscar y encontrar los caminos por donde pasa el Reino de Dios en el Chile de hoy.
¿Cómo construir un Chile más solidario? ¿Cómo lograr el Chile que soñamos? ¿Cómo abordar las grandes injusticias sociales que están provocando repudio en la ciudadanía? ¿Cómo trabajar por un Chile con rostro más humano? ¿Cómo corregir los aspectos deshumanizantes en nuestra economía, en nuestra leyes laborales y en muchos otros aspectos?

Que el Señor ponga en nuestros corazones esa llamita que animó al profeta Jeremías. Pidámoslo también por la intercesión de ese profeta de la justicia, el P. Hurtado,  un fuego que encendió a muchos otros fuegos.