jueves, 15 de marzo de 2012

4º Domingo de Cuaresma: Jn 3, 14-21


4º Domingo de Cuaresma: Jn 3, 14-21

El evangelio de este 4º domingo de la Cuaresma forma parte del diálogo entre Jesús y Nicodemo que se produce después del episodio de la purificación del templo. Juan presenta a Nicodemo como perteneciendo al grupo fariseo y jefe entre los judíos. ¡No es un personaje cualquiera!
Nicodemo, después de la expulsión de los mercaderes del templo, se fue a negociar con Jesús para establecer un acuerdo. El estaba dispuesto a aceptar que Jesús era un «maestro venido de parte de Dios», pero quería que todo se desarrollara «dentro de un orden», dentro del orden que establecía la Ley. Nicodemo propone a Jesús que realice su misión de acuerdo con ellos, actuando como maestro de la Ley de Moisés, que era, según las doctrinas fariseas, fuente de vida y norma de comportamiento para el hombre.
La respuesta de Jesús fue tajante: no es sólo una reforma de las instituciones religiosas lo que él propone; según el proyecto de Dios, hay que «nacer de nuevo», hay que crear una nueva sociedad formada por hombres nuevos (Jn 3,1-12).
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.” La Ley, explica Jesús a Nicodemo, ya no puede cumplir sus funciones en el pueblo de Israel, según la doctrina de los fariseos. Incluso fue incapaz de impedir que la más importante de sus instituciones, el templo, se convirtiera en un instrumento de explotación del pueblo y todavía en nombre de Dios.
La  vida de Dios llegará a los hombres por un camino totalmente nuevo: por “el Hombre levantado en alto”, colgado en una cruz por su fidelidad al proyecto de su Padre: su compromiso de amor incondicional con toda la humanidad. De este modo, “todo el que cree en él”, todo él que decida asumir su forma de vivir y de morir (gastar la vida amando), nacerá de nuevo y obtendrá “la Vida eterna” o definitiva. El “Hombre levantado en alto” viene a ser la norma de comportamiento para todos los que elijan la luz y abandonen la oscuridad de un mundo organizado en contra de la voluntad de Dios y de la felicidad del hombre.
El hombre «levantado en alto» será, además, la revelación de una imagen de Dios inconcebible para los que habían vivido bajo la Ley. Esta, además de indicar qué era lo que el hombre debía hacer y qué lo que le estaba prohibido, establecía también el castigo que correspondía a los que violaban sus mandatos. La Ley era para el hombre una constante amenaza de castigo. Pero Dios no es, no quiere ser, una amenaza para los seres que más ama, para los hombres. Y por eso ha decidido revelarse y manifestar su gloria en el amor de aquel hombre que llevó su compromiso hasta la entrega de su propia vida. Y en lugar de prometer un cielo para los que se porten bien y de amenazar con un infierno para los que se porten mal, envía a su Hijo para que nos descubra el infierno en que hemos convertido la tierra, y nos enseñe a construir el cielo aquí y ahora. Y dimite de su función de juez supremo y nos traspasa a nosotros la responsabilidad de decidir y de escoger entre salvar y condenar nuestra vida y nuestro mundo: «Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios”.
El evangelista Juan es el mismo que anunciará que “Dios es amor”. El Santo Padre Benedicto XVI ha retomado esa afirmación bíblica central en el título de su primera encíclica. Señala que creer en el amor de Dios expresa para el cristiano la opción fundamental de su vida. Se comienza a ser cristiano por el encuentro con una Persona, con un acontecimiento que Juan nos expresó con las siguientes palabras:  Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna” (Nº 1)…. “En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto”. Con su encíclica, el Santo Padre busca “suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino.”
Estas semanas son especialmente propicias para leer esta hermosa encíclica y así profundizar y actualizar la palabra de Dios de este 4º domingo de Cuaresma.