viernes, 8 de julio de 2011

Domingo 10 de julio 2011: Mateo 13, 1-23





 Domingo 15º: Mt 13, 1-23

Tanto Mateo como Marcos y Lucas nos traen la parábola del sembrador en términos muy parecidos. Los tres evangelios hacen la misma catequesis a partir de la parábola. Por lo tanto aquella parábola fue de gran importancia en los orígenes de la Iglesia.
Jesús hablaba en términos sencillos y con comparaciones tomadas de la vida cotidiana de la gente. Aquella época era por supuesto una civilización eminentemente agraria. Los fundos o las parcelas no tenían divisiones, no había alambradas. No existía mayor labranza y preparación del suelo. Allí estaban y quedaban las piedras. Por allí crecían cardos y espinos. La gente circulaba a través de los campos. No se conocía mayormente el uso de fertilizantes. Una cosecha de uno por siete era buena. Uno por diez excepcional. Que una semilla  diera treinta, sesenta o cien era por lo tanto inimaginable. Aquí entonces se señala lo recurrente en las parábolas: lo extravagante, lo que rompe absolutamente todos los esquemas imaginables.

¿De qué se trata en esta parábola? El mismo texto nos lo explica detalladamente. La semilla es la Palabra de Dios. La disposición del terreno se refiere a la actitud de las personas,  las que constituían la comunidad cristiana.
Nos dice claramente el texto que la semilla se tira con profusión: el sembrador aparentemente no es para nada parsimonioso ni cuidadoso. No hay ninguna selección previa de terrenos.  Pero hay terrenos distintos, es decir personas con distintas actitudes y proyectos dentro de la misma parcela, la comunidad cristiana. No se puede saber de antemano qué respuesta va a dar cada cual. En el proceso de maduración, se va viendo el resultado, según el fruto que cada uno muestra.

En lenguaje bíblico, “oír la palabra y fructificar o producir fruto” es prácticamente sinónimo de ser “discípulo” y  “hacer la voluntad del Padre”. Es la respuesta que damos a la invitación de participar en el proyecto de Dios y hacerlo también nuestro. El proyecto de Dios es lo que predica Jesús: es el proyecto del Reino de Dios (“Reino de los Cielos” en Mateo). Es el proyecto de una nueva humanidad, de hombres y mujeres  trabajando por la reconciliación, por la promoción de la justicia, por la vida y la dignidad de los seres humanos sin limitación alguna.

A partir de lo anterior, “palabra de Dios” o semilla es por supuesto y por antonomasia toda palabra de la Biblia. Pero también es de alguna manera semilla potente todo testimonio de acción solidaria, todo lo que entre nosotros significa “humanización” y permite acercarnos, superando diferencias y barreras. Ciertamente aquí abrimos una perspectiva muy amplia hacia una nueva comunidad universal, hacia una humanidad reconciliada que también sería la humanidad “liberada” o “salvada”.

Siempre es valioso hacer una lectura, desde el mensaje del evangelio, de lo que se vive y de lo que acontece en nuestros días.

En nuestro mundo cada día más globalizado, se globalizan muchas cosas como las noticias, como la cultura basada en el lucro y el consumo. Por un lado se observa un prodigioso avance tecnológico y una nueva abundancia en muchas sociedades, pero por otro lado, se observan a muchos pueblos que no tienen participación en los avances y quedan marginados de los beneficios del desarrollo. Es el caso del cuerno de África, donde se ha instalado una feroz hambruna ya recurrente y que arriesga con matar a millones de personas. Allí hay enormes campamentos de refugiadas donde mueren a diario un sinnúmero de niños y adultos.

En nuestro querido Chile se ha destapado un profundo malestar. ¿Qué pasa? ¿Porqué tanto descontento? El éxito económico sigue siendo un ejemplo para otros países: un crecimiento de la actividad económica en el primer trimestre del año de 9,8%, la mayor cifra de los últimos 16 años. ¡¡Para que estemos todos felices!! Y sin embargo, allí están las protestas de los jóvenes que siguen su curso.
Bueno que crezcamos económicamente. Malo que crezcamos en egoísmo y cada vez mayores diferencias sociales. Algo no anda bien en el país. No se puede llegar y llevar un lucro a como dé lugar (caso la Polar). Los jóvenes critican con razón nuestro modelo de educación basado en el lucro. Reproduzco unas frases de una columna de opinión reciente: “El lucro ha sido una de las amantes escondidas adentro del clóset. En este punto no seamos fariseos o hipócritas: muy pocos tienen la autoridad moral para pontificar sobre el lucro. Los jóvenes dicen: la misma ley (de educación) redactada en el gobierno militar explícitamente prohibía el lucro. ¿Por qué buscaron formas de sortear la ley? No hubo ilegalidades en eso, pero sí sienten que se vulneró el espíritu de la ley, que hubo una falla ética…Éstos jóvenes vienen a exigir que se cumpla el espíritu de una ley, redactada y pensada por los padres ideológicos de un gobierno que hoy propone legalizar y transparentar ese lucro…Los jóvenes están cansados de vivir en un mundo de verdades a medias, de falta de gratuidad y de puro amor por el poder…Lo que Chile necesita urgentemente no es sólo una reforma educacional, sino una revolución moral, y eso es lo que nuestros jóvenes tal vez estén pidiendo a gritos”.


Tal vez la tierra  seca o dura como roca que impide que germine la semilla de la Palabra es la del egoísmo personal y colectivo o la acérrima defensa de los intereses propios amparados por muros de indiferencia hacia los grandes sufrimientos de nuestro mundo, o el modelo intocable del lucro. El evangelio de hoy es una nueva invitación a derribar los muros que nos separan,  a construir puentes de comunicación y a buscar lineamientos de acción que vuelvan a humanizarnos.