jueves, 19 de enero de 2012

3er domingo ordinario: Mc 1, 14-20



3er domingo ordinario: Mc 1, 14-20
El comienzo del Ministerio de Jesús coincide con el arresto de Juan bautista: ya no hablará el último profeta del antiguo testamento. Ha surgido un escenario radicalmente nuevo. Lo que nunca se dijo, nunca se oyó, ahora se anuncia solemnemente: “Jesús proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Examinemos brevemente dos aspectos del evangelio de hoy: el anuncio de la Buena Nuevo del Reino de Dios y el llamado a la conversión. A continuación se renueva el llamamiento de los primeros discípulos, lo que  vimos el domingo pasado en el evangelio de Juan.
Jesús no vino a enseñar una doctrina. Jesús es acontecimiento de salvación que se hace presente en la historia para todos los hombres. El Reino de Dios se ha acercado y busca cumplirse en plenitud. El Reino de Dios es algo así como el modo de proceder de Dios. Dios se deja ver y palpar en Jesús y eso es “ahora”. Lo que Jesús vivió tantos años en una experiencia interior personal, se manifiesta ahora en todo el espesor de la historia humana. Para Jesús, el Reino de Dios es la vida tal como Dios la desea para todos los seres humanos: una vida digna, con la dignidad de ser hijos en el Hijo y una sociedad que se estructura con estos criterios de dignidad, respeto y justicia sin excepciones.
Entonces la conversión y creer en la Buena Noticia no consiste en actos de penitencia para el perdón de los pecados. Eso era el llamada a conversión de Juan Bautista. Antes de Jesús, convertirse significaba siempre un “volver atrás”. Indicaba el acto de quien se detiene, se examina, descubre en qué se encuentra “fuera del camino”, y se replantea como volver al camino correcto de la observancia de la ley para volver a entrar en la alianza con Dios. La conversión aquí tiene un significado moral; consiste en cambiar las costumbres y en reformar la propia vida.
Para Jesús, convertirse no es volver a la antigua alianza y a la observancia de la ley. Para Él, la conversión consiste en acoger el proyecto de Dios; es entrar en la mirada de Dios sobre mi mismo, sobre los demás y todo el mundo. Es acoger lo que Dios, por libre y soberana iniciativa, ofrece a los hombres gratuitamente.
La salvación ya no es recompensa de la conversión y de los esfuerzos humanos. La salvación es ofrecimiento gratuito de Dios y la conversión es la aceptación y respuesta a ese ofrecimiento. Por eso el Evangelio es “Buena Nueva”. Dios no espera que el hombre cambie de vida, que haga obras buenas como que la salvación fuera a ser la recompensa a sus esfuerzos. No, antes está la gracia, la iniciativa y el ofrecimiento gratuito de Dios. El acto de creer es aceptar libremente el ofrecimiento de Dios.
El primer acto de Jesús, ya en su misión pública, consiste en rodearse de un pequeño grupo de discípulos. Aquello es revelador del modo de proceder de Dios.